Máquina controladora del universo es un estado de preparación de lo que está por venir. Es un instante ambiguo en el que no hay certeza de cómo se construirá el paisaje del futuro. Entrar al paisaje es regresar al origen, entrar al dominio de la psique. Para quine está a punto de adentrarse, el paisaje se desintegrará en sectores, se desvanecerá en una serie de elementos reconocibles y permanecerá escondido al tornarse insuficiente la mirada para abarcar su totalidad. Atravesarlo revelará las perspectivas invisibles ocultas. Cuando es una inteligencia artificial la que experimenta este proceso, la máquina aúlla silenciosamente y arroja un espejo. Este robot sugiere una pausa para contemplar la vida. De todas las posibilidades, exige observar nuestra propia naturaleza.
Artista e investigador que desarrolla su trabajo desde una aproximación poética en el uso crítico de la información, sociedad, internet y medios audiovisuales, Helio Santos es el metaautor que ha instruido al LandscapeBot para distinguir y reformular los componentes de una colección de pinturas de paisaje del s. XVIII y s. XIX. Las impresiones hipermediales atraviesan distintos procesos, visión por computadora, redes neuronales generativas (GAN), clasificación de la información, programación y, finalmente, su salida física al óleo. Las imágenes creadas son la interpretación de una máquina que intenta comprender la composición física de nuestra construcción social del paisaje. El propósito es explorar los paisajes que se recrean en el algoritmo. Paisajes que reverberan, paisajes que se componen y recomponen debajo de la superficie de la interfaz. Su materialidad pertenece a un territorio virtual en movimiento. Helio Santos, cuya iniciación en las artes comenzó en la pintura, propone que la obra de arte es el código y el material plástico es el lenguaje.
{La sustancia está en el código}
Los algoritmos se moldean como un reflejo de nuestra propia mente. Reconocen e interpretan el mundo que ha sido previamente contemplado y extraído por su programador. El desarrollo de la inteligencia humana, amplificada para materializar máquinas con capacidad de alucinar, podría construir un puente con lo desconocido. Al asimilar lo artificial como otro estado natural de la existencia, el flujo de la imaginación se intensifica, abriendo posibilidades para reconfigurar el entendimiento de la conciencia a través de la tecnología.
