Nombrar lo nuevo

Nombrar lo nuevo

Uriel López

CDMX, México. 1988

Uriel López
Nombrar lo nuevo


No es posible resignarse a que la naturaleza sea de nadie, a que sea solo eso, algo que a pesar de que lo comprende todo, no es una pertenencia o un individuo. Esta serie emula los compendios de ilustración botánica mediante el registro de flores y plantas que en el argot popular tienen nombre que remiten a pasajes religiosos. Al encontrarse en un aparente estado de disponibilidad, el acto de nombrar a la naturaleza es una forma de apoderarse de ella; al emplearse nombres de pasajes católicos, esta apropiación se vuelve ideológica, pues tiene la intención de difundir sistemáticamente un conjunto de valores. Dentro del contexto latinoamericano este ejercicio toma otra connotación, pues es análogo al sacramento del bautizo, un rito que devino en la predominación de nombres evangélicos entre los pobladores, siendo en la actualidad una mayoría y un rasgo de la identidad latina.

Las piezas se construyen desde imágenes geométricas y fractales, por la relación que tienen estas formas con la estructura básica de la naturaleza; y fueron pintadas sobre fondos neutros hechos con lápices de color, retomando herramientas de la ilustración botánica por su función de organizar y clasificar a las plantas. Tomando el orden como la premisa formal y visual de las piezas, se busca reflejar el contenido y la finalidad que tienen los nombres de estas especies: apelar a la estabilidad social y a una formación cívica.

Esta serie forma parte de un cuerpo de trabajo más amplio titulado "El Buen Salvaje", el cual se basa en el mito del mismo nombre. A grandes rasgos "El Buen Salvaje" es un mito que se creo a partir de los relatos que surgieron en Europa tras el encuentro con el "Nuevo Mundo". En ellos se describían a los habitantes de América como seres que se encontraban en su estado de naturaleza, por lo que eran nobles, ingenuos y bondadosos; sin embargo, al estar más en cercanía con el mundo de los animales que con el de los seres humanos, no tenían todas las herramientas para progresar. Estas narraciones trataron de constituir una imagen más orgánica de la ocupación y aculturación de América, pues planteaban que los pobladores aceptaron de buena voluntad el nuevo orden occidental, por la docilidad que les caracterizaba y la necesidad que tenían de integrarse al mundo civilizado.

Desde esta lectura que se tiene de lo bueno y lo apacible, "Nombrar lo nuevo" es un conjunto de piezas que ocupa la flora como plataforma para integrarse a esta misma narrativa, donde estas pinturas se plantean como un eufemismo de un proceso de aculturación que se dio en algo tan primario; y sin embargo tan importante para la identidad, como lo es el nombre.


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